On The Arrow - Chapter 3 - MirenaLolone (2024)

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Él sabe que nadie brilla para siempre.

—¿No ha pasado demasiado tiempo desde entonces?—cuestionó Yuri, tronando bajó sí el césped al andar.

—Por más que pase el tiempo, sé que es eterno—farfulló el escorpión.

—Sé es eterno, pero hace años que Afrodita visitó a mi abuelo con su séquito de ninfas y hace años, dices, viste a una de ellas—recordó—. Podrá haber sido tu sol un día, pero ninguna estrella brilla por siempre.

Fijó sus esmeraldas en la obsidiana fulgurante de Yuuri, desprendiendo él la relajación de los pómulos, resultado al desaire por pensar su amante olvidado de él.

—Lo lamento, Yuuri—concedió—. Estoy aquí hoy para ayudarte no importa la situación.

—Así es, centauro—decayó en ánimo el otro—. Espero que el camino por el que me llevas sea correcto, pues confío en ti.

Yuri detuvo a mitad del bosque, giró hacia el escorpión e interrogó.

—¿Me estás siguiendo? Yo lo estoy a ti.

—Eres una estrella, puedes ver el universo si quieres. ¿Cómo no sabes dónde está el Templo de Afrodita?—vociferó, cambiando el tono a uno exasperado.

Yuri cambió el gesto también. Él no era una estrella, sólo un centauro y más que eso, era Yuri por Yuuri.

—Me encuentro a tu lado, ¿crees puedo ver más allá que tú?—gesticuló hacia el suelo—Además, tú seguro naciste aquí: deberías conocer el Templo de tu dueño.

Yuuri bajó la mirada hacia la hierba crecida. Sus tenazas se movían incómodas por la situación. Tenía razón el centauro, pues aunque estrella había nacido en la tierra la noche anterior.

—No lo sé—admitió, haciendo su aguijón sobre su hombro y refugiándose abrazando este—. Es tu deber llevarme a mi deseo, ¿qué podemos hacer al respecto?

El centauro meneó su cabeza lado a lado, encontrando con esfuerzo claros donde la luz se colara entre las copas de los árboles. Elevó siguiendo el tronco de uno para encontrar la extensión sin esfuerzo el triple y el doble de sí mismo, adornado con ramas delgadas en cada tanto protegidas por el volumen superior de las copas. Se extendía denso más allá de la vista, como si el horizonte se desvaneciera por lo tupido de la plantación.

—Tal vez pueda ayudarlos—escucharon de ninguna parte. Viraron ambos, buscando en la espesura la fuente—. ¡Aquí!—les siguió insistiendo con ahínco, más nunca pudieron distinguir. A la par, escucharon un suspiro—... En el árbol.

Yuri miró al escorpión, que le devolvía la mirada.

—Sigue hablando—empezó el de mar—, te encontraremos porque necesitamos tu ayuda.

—Está bien...—continuó—, más debo decirles que no sé cómo entretenerles.

Gesticuló Yuuri hacia el centauro, en señal de guardar silencio. Anduvo unos pasos, llevando la vista de un árbol a otro, tratando de conseguir un vistazo de su figura.

—¿Eres visible?—preguntó el de cabello negro—Si eres una criatura translúcida, sólo dinos lo que necesitamos saber.

—Me puedes ver—aseguró—, eso lo tengo claro. Pero si tienes urgencia, no me molestaré en retrasarte: ustedes están yendo hacia el oeste, directo a la Casa de las Gorgonas.

Yuuri viró a Yuri, con un aspecto disgustado en sus facciones. El otro sólo elevó los hombros, sin culpa.

—¿Hacia dónde debemos ir?—preguntó el centauro.

—Deben dirigirse hacia el este, y más allá, al norte—por reojo, vieron una sombrar dibujarse en el suelo, procedente de un árbol.

El escorpión quiso ir hacia la sombra, pero Yuri puso una mano en su pecho, deteniéndolo. Hizo su recorrido hacia el tronco, unos metros frente a ellos, cauteloso, a paso lento. Le dedicó una mirada por sobre el hombro al escorpión.

—¿Qué más? De llegados al norte, ¿hacia dónde debemos ir?—cuestionó Yuuri.

—Encontrarán la ladera—escuchó Yuri, del mismo tronco frente a él. Un escalofrío le recorrió por la sorpresa. Volvió a ver a Yuuri y este asintió. Tragó saliva y aventajó unos pasos más, para rodear el árbol, alzando sus patas delanteras, los brazos tratando de cubrir su rostro y retrocediendo de inmediato, casi cayendo de la impresión.

—¡Yuri!—gritó el otro, haciéndose a su lado—¿Qué viste?

—¡Velo por ti mismo!—reclamó.

—No sé qué es lo que les impresiona—habló el tronco. Yuuri levantó y con cautela caminó sobre las huellas del centauro. Giró sobre el tronco, divisó, entre los trazos de la madera, unas grietas obscuras, una protuberancia—, soy sólo un árbol—otra grieta más grande se abrió en triangular con otras dos, despertando en Yuuri un temblor por lo inesperado.

—Tú...—trató de mantener la calma—, ¿cómo te llamas?

—Phichit—dijo, moviendo las grietas en la madera—, ¿y tú, escorpión? La estrella, ¿cómo le has puesto?—cuestionó, tratando inútilmente de mover sus grietas como ojos por su tronco, sabiendo que nunca podría voltearse para verle.

—Mi nombre es Yuri—contestó, llegando junto al marino—. No soy una estrella y yo elegí mi nombre.

El árbol abrió sus grietas.

—De todos los centauros que he visto, eres el primero en nombrarse a sí mismo.

—¿Qué tantos centauros serán, que el primero soy?—sonó más rudo de lo que pensó, una mirada fiera en sus ojos esmeralda.

—Soy un árbol—contestó en un tono tan calmo al que empezó—. Tú seguro naciste anoche, porque vi cruzar una estrella el cielo. En cambio, mis hermanos han nacido a mi lado durante años, siglos casi, sin perder nada de lo que ha pasado en esta isla bajo el cuidado de Afrodita.

Su voz, como árbol longevo más pincelada juvenil, dijo con solemnidad, siendo que la divinidad confería respeto de sólo ser mencionada. A Yuri le cayó el peso de la salutación inesperado.

—¿Qué de la ladera?—interrumpió el escorpión, perdiendo el contacto directo con el centauro. Sus facciones desquebrajadas por la corteza viraron hacia él—¿Hacia dónde debemos seguir después?

—El camino no es difícil—respondió—. La encontrarán justo al norte del bosque. Si llegasen a un muro de piedra, sólo síganlo al centro de la isla. Suban por allí, vayan hacia el oeste y el sendero se dibuja solo por tres niveles más—explicó—. Minerva tiene un monte en el cuarto. Es empinado y no lo podrán escalar, pero más allá de este, otra ladera baja a la bahía del Templo de Afrodita. Así llegarán a su destino.

Ambos lo escucharon con atención, sin perder atisbo de su rostro dibujado en el árbol, ahora con más definición.

—Ahora están bastante lejos—continuó—, les tomará hasta mañana por la mañana llegar a sus faldas—el orificio de su boca se tornó grande un instante, soltando un bostezo—. Debo irme: soy muy viejo para estar despierto tanto tiempo. De no encontrar la subida para el medio día, alguno de mis hermanos puede ayudarles.

—Gracias—fue tajante Yuuri, algo exasperado ya—. Procuramos tenerlo en mente—dio media vuelta sobre sus patas, alejándose en dirección correcta.

Yuri estaba por seguirle cuando la voz más cansada de Phichit le detuvo.

—Eh, estrella: ten cuidado. Muchos quieren ser el horizonte que se traga un sol.

El rostro desapareció entre las astillas. Entornó los ojos hacia el tronco, tratando de obtener otra vista del árbol, más en su lugar la visión del bosque se difuminó por un instante, absorbido por un congojo de estar siendo observado.

Yuri alcanzó rápido al escorpión.

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